Testimonio: Trasplante y yoga.
El 1 de julio del 2020 fui trasplantada del hígado. Siento inmensa gratitud hacia el donante y todas aquellas personas, que hacen posible estas operaciones. Mi gratitud por anticipado.
También agradezco cada día ser practicante de yoga. La filosofía implícita en esta disciplina ha sido vital para mi persona, tanto en los momentos más difíciles como en esta aventura actual en la que estoy sumergida. El yoga está siendo cada día más relevante, y me aporta justo lo que necesito.
Empecé a practicar yoga de manera casual en el año 2006. Fue todo un descubrimiento. Siempre me había gustado el deporte, y siempre he sentido la necesidad de practicarlo con la coletilla de que “es bueno para la salud”. Con el yoga fue diferente. Me aportó desde el primer momento CONCIENCIA. Cada gesto, cada postura, cada respiración, cada secuencia de ejercicios me proporcionaban relajación, concentración y PRESENCIA. Conocimiento de mis necesidades, conocimiento de mis carencias y de todo aquello que no necesitaba. Un antes y un después en mi vida. Todo lo estudiado, todo lo aprendido, todo lo integrado ha tenido una relevancia grandiosa cuando más lo he necesitado, y en estos momentos, uno de los más complicados que me ha tocado vivir no podía ser de otra manera.
En el momento en el que me comunicaron que el trasplante era inminente, tras el shock inicial, decidí poner manos a la obra. ¿Qué recursos estaban en mi mano para gestionar esta gran aventura? Hay un PRE, un DURANTE y un POST. Cuando lo pensé de esta manera, lo vi todo muy grande y sinceramente se me hizo una montaña. En cambio cuando decidí centrarme en el PRE, todo pareció más fácil. Como receptora, tenía que conseguir el mejor estado físico y psíquico, para estar preparada cuando llegara el día. Y así lo hice. Estar ocupada en estar mejor cada día, y no preocupada, fue mí máxima. La práctica de yoga diaria, que conlleva parte física y mental, y el caminar…. seguir caminando, a buen ritmo cada día para estar más fuerte física y mentalmente. Es una operación muy compleja, por la que han pasado miles de personas y pronto, yo entraría a formar parte de ese grupo que la han superado.
Cada caso es único, y lo que aquí expongo es mi experiencia, con mis más y mis menos.
Llegó el momento, y la tranquilidad y el agradecimiento de estar donde estaba, en el Hospital Clínic, con todo el equipo, todas las explicaciones, seguimientos realizados y mi preparación hasta el momento, me ayudaban a sentir el éxito del trasplante. Me habían avisado de que podía suceder que te llamasen, que pasasen unas horas, y que finalmente te comunicasen que no podía realizarse el trasplante por motivos diversos, y así pasó en la primera llamada . Me sentí AGRADECIDA, lo viví como un ensayo, y como una experiencia. A la semana siguiente, mismo día, casi misma hora, me volvieron a llamar, y hacia el Hospital Clínic nuevamente. Se dieron todas las condiciones y esta vez todo fue rodado.
En plena pandemia, y con todo lo que ello conllevaba, pasé 8 noches en el Hospital Clínic. Me encontraba en la etapa DURANTE, y en la que poco se podía hacer físicamente, pero si mucho mentalmente. De nuevo la filosofía del yoga aportándome su sabiduría. Técnicas de relajación y respiraciones conscientes, lentas y profundas, me aportaron justo lo que necesitaba.
Una vez en casa, sentí que podía empezar a realizar ciertos movimientos de articulaciones, sin apenas esfuerzo, eliminando rigideces y activando la circulación. Eran secuencias que duraban entre 10 y 15 minutos, muy indicadas en aquellas patologías en las que no son aconsejables los ejercicios vigorosos. Conciencia del movimiento físico, de la interacción entre los distintos componentes del cuerpo; huesos, articulaciones, ligamentos, músculos, etc. Desde la simplicidad y con conciencia de los pensamientos que surgen en la mente. Este método de práctica induce tranquilidad, equilibrio y foco, que a su vez produce armonía en el cuerpo físico, aportando conciencia e integración de la respiración, sincronizándola con el movimiento. La actividad se hace más lenta, lo que a su vez desacelera las ondas cerebrales mejorando la relajación y la atención, armonizando y revitalizando el cuerpo y mejorando el funcionamiento de los órganos internos. Todo ejercicio de yoga, después de una cirugía tiene que ser supervisado por un profesor/a, en mi caso mi formación previa me lo permitía, previa consulta con el facultativo/a correspondiente. Durante mi estancia en el Hospital Clínic, tuve la oportunidad de comentar mi planificación de ejercicios con la fisioterapeuta, a la que también estoy inmensamente agradecida.
A la semana de estar en casa, etapa POST, empecé a pasear. Recorridos cortos que se iban alargando cada día, aumentándolos paulatinamente, pasando por las diferentes fases que conllevan la medicación y el propio proceso. Cada día aumentaba un poco la práctica de yoga, adaptándolo a mis circunstancias en todo momento. Así, aunque cada día no pudiera hacer mi práctica física, sentía que iba haciendo un poco más (aunque solo fuera mentalmente) adaptándome a las limitaciones propias de la evolución. Aceptación y adaptación. Todo ello me llevaba a un estado anímico que no siempre era el que me gustaba pero sí es el que me tocaba vivir.
Escribo este texto tras un par de semanas en las que me he sentido más vulnerable físicamente y tanto mi práctica de yoga como mis caminatas de marcha nórdica (incorporé los palos a los dos meses de la operación para hacer más completas las caminatas) han sido mínimas. No obstante, he podido experimentar que siempre se puede hacer algo, aunque sea poco, para sentirse mejor. Por todo ello mi inmensa gratitud a mis maestros de yoga, por transmitirme esta ciencia, diseñada para ser incorporada a la vida diaria, trabajando los aspectos físicos, vitales, mentales, emocionales, psíquicos y espirituales de la persona. GRACIAS.