El Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se celebra el 3 de diciembre de cada año, establecido por las Naciones Unidas desde 1992, tiene como objetivos sensibilizar a la opinión pública sobre los temas relacionados con la discapacidad y promover la toma de conciencia en cuanto a los beneficios que generaría la integración de las personas con discapacidad en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural.
La discapacidad que deriva de diferentes situaciones y orígenes presenta muchas facetas y manifestaciones que van desde una discapacidad física, sensorial, intelectual, etc.., hasta algunas de difícil cualificación, pero igualmente invalidantes. Para todas ellas la sociedad debería responder con herramientas que ayuden a la normalización y la convivencia y eso todavía es un reto pendiente.
Con la pandemia y el confinamiento, personas con discapacidad tanto física como orgánica y especialmente intelectual no tenía las medidas, tanto de vivienda como de asistencia, necesarias para permanecer más de dos meses en su casa.
La discapacidad sigue siendo un estigma, sigue suponiendo un impedimento tanto en su vertiente física como en la intelectual. La pandemia de este año todavía lo ha agravado más, y hace más necesaria la lucha de las organizaciones y asociaciones implicadas que trabajan día a día por la inclusión y normalización de las personas con discapacidad.
Tenemos objetivos concretos a alcanzar y podríamos fijarlos a:
Corto plazo:
- Una atención, (escucha a la realidad) a los pacientes desde la Atención Primaria y un refuerzo de apoyo a la salud mental de la comunidad en este ámbito.
- A la vez una revisión a fondo de la manera de insertar a las personas con discapacidad en el sistema laboral, de tal manera que no queden excluidas, que quiere decir que no pasen a ser una carga, cuando todavía pueden ser muy útiles en determinados puestos mínimamente adaptados.
Medio plazo
- Las nuevas tecnologías, la variación en los hábitos de vida derivados de la pandemia que todavía estamos sufriendo y de las consecuencias que acabará dejando, deberán llevarnos a un nuevo planteamiento de los modos y maneras de evaluar todas las situaciones, es decir, no servirán patrones que hasta ahora iban funcionando. El futuro nos traerá nuevos retos y habrá que aportar nuevas soluciones.
Una mención especial sería para las discapacidades orgánicas, de difícil diagnóstico, que sin ser “enfermedades raras”, acaban afectando a la población de manera silenciosa, pero igualmente invalidantes que cualquier otra discapacidad.