El rechazo es la respuesta del organismo al órgano trasplantado a través del sistema inmunitario que es el encargado de protegernos contra las infecciones.

Para evitar el rechazo del nuevo órgano, se utilizan los medicamentos inmunosupresores que debilitan la respuesta inmunitaria del organismo.

En los últimos años, con la aparición de nuevas drogas inmunosupresoras, se ha reducido significativamente el riesgo de rechazo, mejorando la función de los órganos implantados a corto y largo plazo.

Hay varios tipos de rechazo:

  • Rechazo hiperagudo: conlleva la pérdida inmediata del órgano. Se intenta evitar con las pruebas previas al trasplante y actualmente es muy poco frecuente.
  • Rechazo agudo: tiene lugar en las primeras semanas o meses después del trasplante. Con la medicación adecuada suele revertir en la mayoría de casos.
  • Rechazo crónico: después de unos meses o años de funcionamiento. Es de evolución lenta y puede llegar a causar la pérdida del órgano trasplantado.

Algunas veces hay que hacer reingresos hospitalarios para solucionar problemas médicos asociados que suelen solucionarse, en la mayoría de los casos, reajustando el tratamiento en base a la respuesta clínica o una analítica.

También se pueden asociar algunos efectos secundarios al uso de los inmunosupresores, principalmente complicaciones infecciosas, metabólicas (diabetes, dislipemia, osteoporosis, etc.), complicaciones a nivel renal (insuficiencia renal), complicaciones del aparato cardiocirculatorio (hipertensión arterial) y un incremento en el riesgo de padecer algún tipo de cáncer (sobre todo de piel y linfomas).

 

Fuente: http://trasplantaments.gencat.cat